UN DIÁLOGO SOBRE ARTE, POLÍTICA Y TRANSFORMACIONES SOCIALES
Entrevistado por Marc Roma
MR: ¿Vanguardia artística y vanguardia social están hoy más descoordinadas que nunca?
ME: No, al contrario. Hoy más en sintonía que nunca: ambas muertas, finiquitadas... por fortuna. El paradigma vanguardista es hoy absolutamente inoperante y extemporáneo tanto en política como en arte. Necesitamos paradigmas bien diferentes para afrontar nuevas confluencias entre la práctica del arte y las políticas de oposición. Ejemplos inspiradores que podríamos manejar, hay unos cuantos. Citaría la manera en que el argentino Colectivo Situaciones está desarrollando metodologías de co-investigación política con los movimientos populares de allá, de acuerdo con un tipo de pensamiento que llaman “situacional” (2). Consiste, entre otros aspectos, en hablar, como ellos dicen, “desde el interior de los fenómenos”, asumiendo el grado de subjetividad que implica elaborar reflexión política criticando la exterioridad del punto de vista que el pensamiento racionalista ha privilegiado por ser la distancia de la razón frente a su objeto de análisis, supuestamente, garante de objetividad. Me parece que esta idea de pensar desde el interior de los nuevos fenómenos sociales subrayando el papel que juega la subjetividad en las prácticas políticas y su interpretación, es óptima a la hora de considerar cómo podríamos desarrollar nuevas prácticas artísticas, es decir, un tipo de pensamiento político desde el arte, en sintonía con esos mismos nuevos fenómenos.
MR: ¿Hay aún demasiada distancia entre el arte contemporáneo y las nuevas sinergias sociales?
ME: Esta es una cuestión más compleja. Si entendemos el “arte contemporáneo” como un campo institucional delimitado, las tendencias dominantes en su interior son, a pesar de las apariencias, muy reactivas, en el sentido de que son contradictorias con la presente renovación de las formas de hacer política. A diferencia de otros ciclos históricos, el actual ciclo de luchas globales está apenas afectando, al menos por el momento, a las instituciones de la cultura y el arte. Piensa en cómo las prácticas artísticas sesentayochistas se dirigieron a subvertir las estructuras clásicas del museo, o en la revolución que se produjo en los cinemas de todo el planeta: transformaciones estructurales, institucionales, de las prácticas y los lenguajes. La múltiple crisis de gobernabilidad que provocó el ciclo del 68 tuvo uno de sus campos operativos importantes en las instituciones de la cultura, en las que ocasionó un impacto profundo, pero no creo que se estén dando procesos equivalentes en este momento.
MR: ¿Entonces cómo interpretas el papel que ha jugado la gente del mundo artístico en la oposición social a la guerra?
ME: De lo que se trata no es de si los artistas se pronuncian o no en contra de la guerra, eso es poco relevante (y un verdadero alarde de cinismo, en muchos casos) para el objetivo de generar verdaderas dinámicas antagonistas y de transformación radical. O algo peor: limitar a tales actuaciones la función social del trabajador cultural supone resucitar figuras del “compromiso” rancias que sitúan al artista, escritor o cineasta como una suerte de conciencia externa, representante o portavoz de la sociedad. El reto consiste por el contrario en politizar nuestros campos institucionales específicos, a través de prácticas que problematicen y reviertan las dinámicas reactivas y antipolíticas dominantes, al tiempo en sincronía con los movimientos sociales de oposición. Se trata en muchos aspectos de reformular hoy una problemática longeva: cómo politizar la práctica del arte para abrir nuevas esferas públicas de democracia radical en confluencia con otras fuerzas sociales transformadoras. Te doy un ejemplo: pensemos en la manera en que algunos nuevos movimientos están redefiniendo las formas tradicionales de desobediencia civil avanzando la idea de una desobediencia social: dar el paso desde las clásicas campañas políticas de desobediencia, hacia su extensión capilar en el conjunto de la sociedad (3). Asumir la desobediencia desde tu puesto de trabajo o tu sexualidad, desde tu rol social o institucional, nos habla de politizar el sujeto social desde una diversidad de posiciones y prácticas concretas.
MR: ¿Y no puede llegar a convertirse en una moda la simbiosis arte-política?
ME: Criticar de manera simplista esta supuesta moda es tan fácil como inadecuado a la hora de abordar el problema anterior. Sin duda, produce repelús el modo en que con todo descaro el “arte político” se codifica ocasionalmente como un nuevo estilo o tendencia, en pugna o convivencia con otras, normalizado por lo tanto en la tradición del idealismo y del historicismo que no entienden de auténticas rupturas ni discontinuidades, ni de formas de verdad nuevas de relatar el arte y su historia. Pero dejando esto al margen, lo importante es abandonar la comprensión idealista del “arte” con una especie de limbo, de espacio de libertad abstracta, prepolítica: una suerte de buena conciencia de la sociedad y un campo que hemos de preservar incontaminado de la política o la economía. Tal visión beatífica, sostenida por los propios agentes culturales, obvia por ejemplo que hace al menos tres décadas que se hace efectivo un proceso de integración de las instituciones culturales y lo que en su momento se llamaron industrias de la conciencia, de manera que la gestión de la cultura ha acabado jugando un papel esencial en la renovación capitalista de las fuerzas productivas. Aunque para algunos tal análisis suene a paleomarxismo, argumentarlo no es difícil. George Yúdice lo ha hecho espléndidamente en El recurso de la cultura (4). La pregunta pertinente que habríamos de hacernos en este orden de cosas es: ¿qué papel juegan los agentes culturales en tales procesos, llamen o no a su trabajo “político” o de cualquier otro modo? Por decirlo a la manera de Benjamin, no se trata de qué opinan o afirman los artistas o sus obras acerca de las actuales transformaciones, sino: ¿cómo se sitúan los agentes culturales y cómo opera su producción en el seno de las nuevas dinámicas sociales, económicas, institucionales, políticas? Necesitamos enunciar cuestiones que rompan la falsa e inoperante dialéctica “arte político/no político”, porque, a mi modo de ver, el problema principal sigue siendo no tanto si existe un supuesto maridaje a la moda entre arte y política, sino la continuada escisión, que adopta rostros muy diferentes, entre las prácticas artísticas y las prácticas sociales y políticas transformadoras (5).
Cultura y movimiento global
MR: ¿El movimiento contrario al actual modelo de globalización, no deja muy al margen las cuestiones culturales?
ME: Pregunta delicadísima. Bien, en un sentido, obviamente sí. Si uno cree de verdad en el hecho de que la gestión de la cultura es una palanca fundamental para impulsar los nuevos procesos productivos, entonces se haría necesario sumar nuevos focos de antagonismo a la ya conocida oposición global a las instituciones económicas trasnacionales y a la gestión del planeta por parte de los estados poderosos y otros nuevos poderes antidemocráticos. Con todo, dirigir la crítica a las instituciones culturales por su protagonismo en el nuevo capitalismo, es insuficiente, y equívoco si seguimos priorizando un punto de vista de acuerdo con el cual tales instituciones jugarían un papel subsidiario, serían una herramienta al servicio de los nuevos poderes económicos y político-institucionales. Una de nuestras guías importantes en este orden de cosas debería ser el libro de Luc Boltanski y Ève Chiapello, El nuevo espíritu del capitalismo (6).
MR: ¿Y cuál es su tesis?
ME: Explican cómo el nuevo espíritu del capitalismo, la legitimidad de las nuevas formas de explotación y dominio, se fundamenta en una recuperación de la “crítica artística” al modo de vida burgués y capitalista. Es decir: que el nuevo capitalismo ha recuperado las críticas radicales al tipo de subjetividad social originada en el ciclo productivo anterior. Las aspiraciones a una autonomía relativa frente al trabajo asalariado, una dependencia del mismo más flexible, las exigencias de un mayor protagonismo del sujeto, de la iniciativa individual, la vindicación de la creatividad frente a la alienación del trabajo fordista... todo ello se alienta hoy no para reproducir una mayor autonomía del sujeto o una sociabilidad solidaria, sino con el fin de reforzar la sujeción difusa al capital en todos los órdenes de la vida (7). Y cuanto más convincente resulta el nuevo espíritu del capitalismo cuando afirma satisfacer las viejas demandas de una vida digna de ser vivida, más puede desplazar la “crítica social”. Que la anulación de la “crítica social” se produzca en gran medida mediante una aparente satisfacción de las demandas de lo que Boltanski y Chiapello llaman muy genéricamente “crítica artística”, es sin duda una tesis provocadora que, desde luego, está sustentada en datos objetivos. Por ejemplo, el desplazamiento que las instituciones políticas hacen de las contradicciones o problemáticas sociopolíticas, para suplantarlas por otras de orden cultural, apunta en este sentido. Por eso me parece tan discutible la manera en que desde el mundo de la cultura se mantienen reivindicaciones de orden estrictamente sectorial y se apoyan sin matices las políticas institucionales que las satisfacen: esa satisfacción de demandas de una mayor riqueza o diversidad cultural, que se sustenta en una concepción idealista de "la cultura" como un bien común per se, funciona en ocasiones eficazmente como un sustituto de aquellas políticas de oposición que pongan en solfa o desborden la política institucional.
En cualquier caso, volviendo a tu pregunta: esta interpretación del nuevo espíritu del capitalismo corrige cualquier enfoque unidimensional de las instituciones culturales. Necesitamos análisis más sofisticados para comprender cómo opera a través de modelos culturales el alto grado de sometimiento por consenso que sustenta el nuevo ciclo productivo que te chupa la vida y te la precariza hasta dejarla seca. Ya me dirás tú si no cómo vamos a comprender lo que está ocurriendo, por ejemplo, en una ciudad como Barcelona, que es hoy un verdadero laboratorio privilegiado de todas estas nuevas dinámicas, porque en otros lugares la instrumentalización política de la cultura, pareciendo más obvia, es sin embargo mucho más pedestre y anticuada, mucho menos compleja que el “paradigma Barcelona” (hacia el cual, dicho sea de paso, obviamente, se asimilan las políticas culturales de otras ciudades).
Barcelona: Fòrum 2004
MR: ¿Qué piensas del rumbo que está tomando el Fòrum 2004?
ME: Al margen de que el Fòrum 2004 está resultando una chapuza inmunda a todos los niveles, nos convendría tomarnos bastante en serio lo que significa. A mi modo de ver, sería útil comprender que constituye un experimento sin apenas precedentes (8). El Fòrum 2004 es al nuevo capitalismo lo que las Exposiciones Universales fueron a la era del colonialismo y la gestión capitalista y burguesa del trabajo mediante el paradigma del progreso técnico. Antes, uno entraba en grandes pabellones que legitimaban el orden de explotación y dominio mediante dispositivos de representación concretos: trabajadores currando en telares u otras nuevas máquinas, tableaux de lugares exóticos controlados por nuestra mano “civilizadora”, etc. ¿De qué dispositivos de representación se dotan los nuevos poderes a la hora de legitimar un modelo productivo que gestiona el trabajo inmaterial, basado en el paradigma comunicativo, etc.? Pues... ¡de dispositivos fundamentados en principios culturales! Expropian con todo descaro los contenidos, el lenguaje y el vocabulario de lo que Boltanski y Chiapello llaman “crítica artística”: ¡atrás queda la alienación social, el sometimiento de la vida a un modelo económico insostenible!... nuestra nueva sociedad será sostenible, multicultural, solidaria, participativa, fomentará la iniciativa y la creatividad de la ciudadanía... En definitiva: más allá de sus arquitecturas o del contenido concreto de sus actividades, el Fòrum 2004 como dispositivo se solapa a la totalidad de la metrópoli. Si el año que viene vas por Ramblas con rastas o llevas ropa exótica, quedas inmediatamente subsumido en el Fòrum 2004. Te han expropiado tu imagen y ni te enteraste, y hasta puede que te guste. En este sentido, resulta ejemplar lo ocurrido durante el verano del 2001, cuando varias decenas de inmigrantes africanos fueron expulsados de Plaça de Catalunya, evidentemente porque afeaban el paisaje turístico. Recordarás que se produjo una especie de deriva urbana por la cual quienes fueron expulsados de la plaza, junto con autóctonos que les apoyaban, instalaron un campamento reivindicativo que, tras algunas semanas, fue desmantelado mediante una operación infame que literalmente dio caza por las calles a los africanos que huían de la acometida policial. Pues bien: al mismo tiempo, las imágenes de gentes con atavíos o fisionomías exóticas forman parte del modo de representación del Fòrum Barcelona 2004, y términos como “étnias”, “identidades culturales” o “derechos individuales” están destacados en su decálogo de principios y valores. No debemos creer que se trata de gestos irreconciliables: a mi modo de ver funcionan en sincronía. Un gesto expulsa del espacio “público” a determinados sujetos, otro les expropia de su imagen para ponerla al servicio no de una representación conflictual, compleja, contradictoria, del nuevo espacio metropoliano, sino bien al contrario: para producir la representación totalitaria de un espacio público donde sujetos sin cuerpo político “dialogan” en abstracto mediante unas reglas del juego prefijadas que imposibilitan la confrontación real, y donde las contradicciones sociales y los antagonismos de todo tipo se ven reducidos y neutralizados mediante el concepto mucho más amable y tranquilizador de “diferencias culturales” (es decir, que a mi modo de ver la institución pone aquí en funcionamiento un proceso de desplazamiento de la política semejante al que ha expresado Slavoj Zizek para criticar un tipo de "multiculturalismo" dominante).
MR: Las críticas al Fòrum se han centrado más en la especulación y en la indefinición de contenidos...
ME: Las operaciones especulativas, las luchas de poderes político-económicos, etc., que hay tras sus proyectos urbanísticos, son de escándalo. Pero apuntando sólo allá corremos el riesgo de legitimar indirectamente el “Fòrum cultural” como un área, si bien mal gestionada, sí al menos bienintencionada, donde gobiernan la palabra inútil y un pacifismo abstracto. Éste Fòrum me parece a mí el verdaderamente peligroso, porque se trata de un dispositivo totalizador que busca poner a trabajar al sujeto metropolitano, mediante estrategias culturales, al servicio del nuevo modelo productivo: la falsa confrontación cultural al servicio de la aniquilación de lo político, para preservar la política de las instituciones y asentar el nuevo capitalismo.
MR: ¿Entonces eres partidario de un contrafòrum? ¿No te parece que sea Barcelona, o que pueda llegar a ser el Fòrum, un modelo de convivencia y debate de ideas?
ME: Lo que necesitamos son estrategias de subversión innovadoras que no se “confronten” a la manera clásica, sino que puedan mostrar, mediante herramientas materiales y simbólicas nuevas y eficaces, la manera en que, al mismo tiempo que dice fomentar la iniciativa y la creatividad del sujeto, el nuevo capitalismo reproduce asimismo la sujección mediante estrategias de miedo y chantaje, que el precariado metropolitano conoce muy bien (9). Al mismo tiempo, el “protagonismo” del sujeto, la “participación” ciudadana, etc., significan el conjunto de la vida puesta a trabajar, mediante un dispositivo formalmente cultural, al servicio del nuevo modelo productivo. El resultado de este proceso es la creciente precariedad social, incluso en una ciudad guapa como es Barcelona. Consenso, fundamentalmente cultural, por un lado; miedo y chantaje, señaladamente en la medida en que se profundiza en la precariedad de la vida y el trabajo, por otro: he ahí la doble regla de sujeción al nuevo modelo productivo.
Guerra global permanente
MR: ¿Te parece positiva la crisis de la democracia parlamentaria?
ME: Pienso que la crisis de las actuales instituciones de representación política abre un paréntesis delicado en dos sentidos. En primer lugar, estamos viendo que la revolución capitalista genera unas tensiones enormes a escala global, y cuando las instituciones y nuevos poderes se ven acosados o débiles, reaccionan con enorme violencia. Ha quedado dicho que la gestión del capitalismo postmoderno aúna gestos autoritarios y gestos consensuales, y no se dan disociados. Lo que no quiere decir que no sean, por supuesto, fuertemente contradictorios. Esas contradicciones están generando tensiones cada vez más fuertes, y ya se puede decir que acabó la época del neoliberalismo omnipotente pero de rostro amable. En diferentes grados y maneras, hay algo que unifica la situación en Palestina, los muertos en las revueltas argentinas de diciembre del 2001 o la creciente suspensión de derechos y las agresiones a activistas del movimiento global, y en general la nueva ideología de la "lucha global contra el terrorismo": estamos cada vez más sumidos en un tipo de guerra global y permanente que difiere mucho del concepto clásico de guerra, y que permite gestionar la violencia del sistema en muy diferentes grados y estrategias, pero siempre de forma continua y de acuerdo con una concepción geopolítica global (10). En segundo lugar, esa crisis abre un vacío en los cimientos que tradicionalmente han sostenido la política en nuestras sociedades. Si se desencadenase de veras una crisis de legitimidad profunda de las instituciones, que eso está por ver, ese vacío podría ser ocupado, idealmente, por nuevos procesos instituyentes. Yo me adhiero a la propuesta de Paolo Virno: tenemos que trabajar por la construcción de un nuevo tipo de esfera pública no estatal que al mismo tiempo revierta los procesos de explotación del trabajo y la subjetividad que son propios del capitalismo postmoderno (11), y eso es posible ahora cuando, se pongan como se pongan algunos, la política representativa va a la deriva, totalmente desconectada de los nuevos procesos sociales transformadores y manifiestamente incapaz de gobernar los nuevos poderes supraestatales. Pero es difícil no ser consciente de que ese vacío puede ser ocupado también por nuevas formas de autoritarismo o por poderes que escapan al control democrático. Que los movimientos tengan la suficiente fuerza e inteligencia colectiva, en un proceso que hay que asumir a muy largo plazo, para producir autonomía social y revertir el autoritarismo alimentado por la degradación de la política institucional, es desde luego la gran esperanza de nuestra época.
NOTAS
(1) Una versión abreviada de esta entrevista se publicó en catalán en el semanario El Triangle, nº 640, 23-27 de junio de 2003. Todas las notas a continuación han sido introducidas por ME.
(2) Cf. el capítulo “Pensamiento situacional en condiciones de mercado”, en Colectivo Situaciones: Apuntes para el nuevo protagonismo social, doble edición a cargo de Ediciones de Mano en Mano, Buenos Aires, 2002, y Editorial Virus, Barcelona, 2003. También Colectivo Situaciones (ed.): Contrapoder, una introducción, Ediciones de Mano en Mano, Buenos Aires, 2001.
(3) Cf. Marcelo Expósito: “De la desobediencia civil a la desobediencia social: la hipótesis imaginativa”, en mientras tanto, nº 86, primavera 2003; versión catalana en Transversal, nº 16, noviembre 2002. Versión ampliada en Brumaria, nº 2, verano 2003.
(4) George Yúdice: El recurso de la cultura. Usos de la cultura en la era global, Gedisa, Barcelona, 2002.
(5) En un texto anterior he intentado explicar que tal distanciamiento, en nuestro contexto, se ha venido produciendo mediante la convergencia dos ideologías que no obstante se presentan formalmente como contradictorias: el idealismo y el postmodernismo hegemónico establecido durante la contrarrevolución cultural de los 80. "El arte: lo real, lo político: retornos", Zehar, nº 46, Arteleku, Donostia, invierno 2002.
(6) Luc Boltanski y Ève Chiapello: El nuevo espíritu del capitalismo, Akal, Cuestiones de Antagonismo, Madrid, 2002.
(7) En realidad Boltanski y Chiapello elaboran aquí su propia interpretación del mismo fenómeno que ha abordado exhaustivamente el pensamiento italiano post-"operaista": el tránsito del fordismo al postfordismo cabalga sobre la ampliación de la explotación del trabajo hacia el conjunto de los ámbitos de la vida, lo que indica asimismo la tendencia del capitalismo a poner a trabajar al sujeto en su totalidad. Y en este sentido se reinvierte, reforzando el sistema de explotación, lo que en su momento fueron vindicaciones de la subjetividad que se oponían al modelo de sometimiento al trabajo asalariado del anterior ciclo productivo. Marco Revelli lo resume impecablemente en Más allá del siglo XX. La política, las ideologías y las asechanzas del trabajo, El Viejo Topo, Barcelona, 2002. Toni Negri tampoco puede ser olvidado en este orden de cosas, y se pueden rastrear asimismo diferentes enunciados y múltiples implicaciones de estas ideas en textos entre sí diversos de Renato Curcio, Sergio Bologna, Andrea Fumagalli o Christian Marazzi, cuyo excelente Il posto dei calzini. La svolta linguistica dell'economia e i suoi effeti sulla politica (Bollati Boringhieri, Torino, 1999) está a punto de ser publicado en castellano en la colección Cuestiones de Antagonismo, de Akal.
(8) Quien dice Fòrum Barcelona 2004 dice... otros muchos posibles ejemplos de aquí y allá. Siendo, como se ha dicho, el “paradigma Barcelona” un paradigma al que tienden a asimilarse las políticas culturales de otros lugares, la cuestión aquí no es tanto si su ejecución será buena o mala, sino más bien la manera en que funcionará como modelo político de gestión de la cultura exportable o adaptable a otros contextos.
(9) Sobre el nuevo precariado metropolitano, cf. Rafael di Maio, Andrea Tiddi: "Bisogni comuni. I precari tra autovalorizzacione e comando", en AA.VV., Gli insubordinati. Viaggio nella metropoli del lavoro precario, Manifestolibri, Roma, 2002; Andrea Tiddi: Precari. Percorsi di vita tra lavoro e non lavoro, Derive Approdi, Roma, 2002; Chaincrew: Chainworkers. Lavorare nelle cattedrali del consumo, Derive Approdi, Roma, 2001 (próxima versión castellana en Brumaria, nº 3); además del formidable trabajo de "co-investigación sobre precariedad femenina" de Precarias a la Deriva: www.sindominio.net/karakola/precarias.htm.
(10) Cf. la diferente interpretación que del nuevo fenómeno de la guerra global permanente y de la guerra como nuevo paradigma político (invirtiendo los términos clásicos de Clausewitz: la política es ahora la continuación de la guerra por otros medios...) ofrecen en castellano Santiago López Petit: El Estado-guerra, Hiru, Hondarribia, 2003, y Ramón Fernández Durán: Capitalismo (financiero) global y guerra permanente. El dólar, Wall Street y la guerra contra Irak, Virus, Barcelona, 2003. También el capítulo “Guerra global permanente” en Wu Ming: Esta revolución no tiene rostro. Escritos sobre literatura, catástrofes, mitopoiesis, Acuarela, Madrid, 2002.
(11) Paolo Virno: “Virtuosismo y revolución: notas sobre el concepto de acción política”, en Virtuosismo y revolución. La acción política en la era del desencanto, Traficantes de sueños, Madrid, 2003.
LINK
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http://sacuesta.webs.upv.es/nonsite/num2/MarceloExposito.htm
Jose Llano
Arquitecto, Diseñador de Delitos & Coreografo del Deseo
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