Sociópolis, asunto público
Izaskun Chinchilla
Observando la arquitectura reciente, casi a nivel mundial, es fácil concluir que la sostenibilidad juega papeles muy distintos en el proceso de proyectación de los diferentes arquitectos. Es una moneda extranjera, el comodín de una baraja oriental o un fetiche mal catalogado. La usamos, la intercambiamos, la acompañamos de argumentos pero no sabemos con precisión cuanto vale ni para que sirve. Algunos han usado la sostenibilidad como excusa. Es decir, han ocultado una baja calidad arquitectónica bajo premisas verdes que se han convertido en argumento absoluto y en móvil demagógico. Tendemos a no comprar los libros que se titulan “Green Architecture” porque describen edificios horribles tardorománticos, nostálgicos o inflamados tecnológicamente. Otros arquitectos la sazonan con timidez como elemento decorativo en un gran menú de diseño sin constatar que la sostenibilidad no es como un buen vinagre sino como la estructura general de una dieta. Es decir, las fachadas llenas de hierbitas, las cubiertas con flores y los sombreritos de captación fotovoltaica son guiños que se agradecen pero que nunca remediaran los excesos de una dieta rica en grasas.
Como apunta Vernadsky (1945) , el género humano se ha convertido en la actualidad en una fuerza geofísica verificable y de primera magnitud. Es por eso que, en este panorama indeciso, uno de los verdaderos valores que la arquitectura puede tener en términos de sostenibilidad es contribuir exactamente a esas dos acciones: “verificar” y “determinar la magnitud” de la acción humana y sus efectos geofísicos. Apreciamos, por tanto, en los proyectos de arquitectura y urbanismo que provoquen la emergencia de valores y parámetros que contribuyen a cuantificar y verificar lo sostenible de una intervención.
En este sentido, el proyecto Sociópolis alimenta el debate cuantitativo y cualitativo sobre algunos de los parámetros más determinantes para la sostenibilidad del urbanismo. Un asunto evidente que el proyecto desvela como herramienta proyectual es la densidad. Diferentes urbanistas españoles , han contribuido a definir unos índices mínimos y máximos de densidad urbana para la ciudad sostenible. El reparto de suelo del proyecto Sociópolis contribuye a esa fijación de parámetros con la constatación de que una densidad elevada (unas 80 viv/Ha) puede compaginar un espacio libre de calidad y una accesibilidad a los equipamientos que dotan de urbanidad y centralidad al área.
Continuando en esa idea de hacer emerger las cualidades métricas y verificables que construyen un criterio informado de sotenibilidad, recordamos que Walter Bejamin comparó la acción de percibir con la acción de revelar. Walter Benjamín presentaba los actos de la mente en una similitud con la cámara oscura: una potente y provocativa analogía que establecía una relación entre el ser humano y su entorno a través de una espacie de imagen fotográfica. Llevadas a sus últimas consecuencias como método de pensamiento aplicado, las premisas de Bejamin implican que comprender, ordenar y estructurar el territorio supondría desvelar las leyes ocultas que naturaleza, logística y sociología han insertado en el medio. Como si de un dispositivo de traducción se tratara, la jardinería del proyecto Sociólopis se inscribe, en parte, en esta lógica. Las especies vegetales producen un doble efecto de alineación. Por un lado, se alinean los elementos verdes en una lógica interna en la que especies, tipos y apariencias proponen un conjunto de recorridos coherentes y significativos en el conjunto de la intervención. Por otro lado, la jardinería se alinea con las preexistencias, es decir, se utiliza como un elemento revelador de las condiciones ocultas del territorio. Elementos como las presencias húmedas, las diferentes calidades del terreno o la preexistencia de dispositivos de riego y canalización son subrayadas por la nueva jardinería construyendo un espacio superpuesto al medio natural ya modificado y entendiendo que cualquier intervención no es más que una nueva veladura, una nueva capa que almacena memoria social, biológica e infraestructural sobre el territorio.
SCAPE ARCHITECTURE. Duncan Lewis.
HUERTA M3
TD06. 35 Viviendas de Alquiler. Jardín de Naranjos
El proyecto Sociópolis se distancia de este modo del urbanismo arrasador, el urbanismo basado en estructuras autárquicas que se imponen al medio con una lógica externa a él. Con demasiada frecuencia, las cuadrículas, los bloques, los ejes y las trayectorias de los sistemas generales han debido su configuración a leyes de reparto y autodivisión abstracta. Existe una tradición para el urbanismo y la arquitectura, por la cual se identifica el diseño con una lógica de reparto. Es decir, partiendo de un trozo de tierra acotado y definido, y de la pregnante figura de propiedad, planificar consiste en cuantificar los usos a incluir y repartir el espacio disponible en lotes que geométricamente deben su configuración a la subdivisión de una trama abstracta. Incluso la arquitectura, en la escala doméstica y tipológica se ha comprendido como la subdivisión de un recinto acotado. Otra forma de operar, de la cual el proyecto Sociopolis puede considerarse un ejemplo incipiente, comprendería que la intervención en un medio debe valorar su inclusión en un entorno más amplio, debe entenderse como una densificación parcial de acontecimientos en un territorio conectado y debe generar continuidades espaciales y temporales que apoyen el mantenimiento de redes naturales y sociales preexistentes o que puedan favorecerse generando nuevos ámbitos de oportunidad.
El proyecto Sociópolis se construye a través de unidades heterogéneas en programa y configuración espacial. Cada edificio, diseñado por un arquitecto distinto, aúna diferentes programas de alojamiento con equipamientos de diferente tipo. Es decir, más que un conglomerado de unidades autosemejantes, se trata de un híbrido de piezas de naturaleza singular. Este hecho, instaura, nuevas posibilidades de cooperación. Si bien en los ecosistemas naturales y en las sociedades humanas se producen de forma natural relaciones simbióticas, estas se ven limitadas por las relaciones de complementariedad que pueden establecerse en un territorio. Así, la existencia de programas funcionales variados, permite que aparezca una suerte de simbiosis incentivada: la complementariedad permite que cada agente se dedique a una actividad y que confíe al resto la ejecución de las demás tareas que requiere su supervivencia. Esta fórmula colaborativa sólo puede producirse desde la diversidad y existe en combinación con la natural relación de comensalismo que se produce por el simple hecho de juntar una comunidad de personas que simultanean actividades similares.
El comensalismo y la simbiosis, en este proyecto, produce una suerte de reverberación escalar distinta a la de la autosemejanza geométrica. Es decir, frente a la clásica estrategia por la cual, el vínculo entre las escalas territoriales y las arquitectónicas se producía por una suerte de similitud formal, aquí los vínculos escalares entre ciudad y vivienda se basan en la cooperación funcional. Como pieza urbana, Sociópolis crea cruces programáticos de mutuo beneficio entre los que acuden a sus museos, a sus huertas y a sus casas, como unidad de convivencia, la Sharing Tower crea vínculos entre trabajadores domésticos, personas desocupadas y cosmopolitas errantes. Esta cierta ligazón, que provoca que la complementariedad social funcione como vínculo entre diferentes espacios, deja libre lo demás: el espacio y la forma no se fuerzan en congruencias espaciales.
Es así como Sociopolis puede construir una idea eficaz de gradiente de densidades. Frente a la marea homogénea de viviendas, que suponen la mayoría de los nuevos ensanches, se construye un medio diverso donde la concentración de la edificaciones residenciales, deja paso a una escala de concentración intermedia en los grandes elementos de equipamiento y a los dispositivos de mobiliario y urbanización de escala reducida que construyen la antesala del espacio libre. La ciudad de torres, no se presenta, como en los modelos del movimiento moderno, como un patrón antagónico y único frente al espacio libre verde o urbano sino que entre densidad y huerta de interponen varios sistemas de transición que fomentan la complementariedad. El gradiente escalar se articula en escalones funcionales susceptibles de estructurar el tamaño de cada pieza arquitectónica como traducción de su posición en el conjunto y de su propio programa.
ARQUITECTURAS TORRES NADAL
R-10 TOWER
R10. 96 Viviendas Protegidas
Una propuesta que es frecuente encontrar en nuestras escuelas y universidades -me imagino que cualquier profesor de proyectos y urbanismo ha autorizado o ha discutido varios proyectos con esta premisa- es la de intentar colonizar los espacios en desuso insertos en los núcleos urbanos, de Xavier Rivas a Lara Almarcegui, muchas son las voces que se han alzado contra el determinismo funcional, el exceso de control y la erradicación de las presencias naturales salvajes que suponen la eliminación de estos solares en desuso. Desde la larga tradición higienista de la que somos herederos, parece difícil defender una ciudad sin presencia natural, pero desde la apreciación de la libertad y la flexibilidad de la ciudad contemporánea parece difícil defender que los espacios libres de la ciudad deban ser piezas ajardinadas de mantenimiento dudoso. Es así, como se hace necesaria una reactivación de las áreas naturales en la ciudad. Dicha reactivación deben aunar características de calidad ambiental, de programación y mantenimiento espontáneo y deben huir de un determinismo funcional coaccionador. En este sentido, el proyecto Sociópolis promete un comienzo de investigación en la programación de espacios libres de gestión colectiva con mantenimiento de estructuras agrícolas ricas, incluso, desde el punto de vista antropológico.
Es así como el hecho de habitar, se vuelve compatible con diferentes niveles de protección territorial. Es una simplificación pensar que la herramienta fundamental del urbanismo ecológicamente consciente es la absoluta preservación de zonas naturales y su tematización como paisaje identitario. Al contrario, en aras de la verdadera sostenibilidad, se deben encontrar nuevas herramientas de diseño de medios que, siendo productivos, generen una calidad ambiental adecuada. Es así como la protección del medio es aquí declinada, con diferentes niveles de intensidad y distintos modos de aplicación, produciendo paisajes evaluados y cuyo mantenimiento se busca en su propia generación de actividad. De esta forma, la controversia sobre la ocupación de la huerta, es restituida en este proyecto, no desde una postura única e integrista, sino dando voz a los diferentes agentes que deben convivir en un paisaje de conciliación política.
Es esa, particularmente, una de las dimensiones interesantes del proyecto. Rem Koolhaas afirmaba en su “Conversaciones con Estudiantes” que, desde el año 1992, las autoridades acudían a los arquitectos no buscando soluciones para edificios sino ansiando propuestas para usar y reutilizar espacios urbanos a los que querían sacar un máximo partido. Comienza así el largo camino en el cual los arquitectos más inteligentes han dejado de profesar la fe que defendía que la arquitectura resolvía problemas. Desde entonces, los problemas urbanos no los resuelve la arquitectura, los arquitectos proponen situaciones más o menos inéditas que influencian las problemáticas, las hacen variar y evolucionar en una especie de situación de asistencia política continuada. La socióloga holandesa Noortje Marres, en su tesis “No Issue, No Politics” defiende que la política actual no se define por un programa ideológico previo sino que, muy al contrario, se articula en torno a asuntos frente los cuales se logra una posición. Si no hay asuntos, no hay política. Sin trasvase, política antiterrorista o bodas gays ¿existe política en nuestro entorno?. Pues bien, veo Sociolópolis como precisamente eso: un asunto tras el cual surge la posibilidad de que exista la política, de que la arquitectura provoque un acontecimiento público.
VICENTE GUALLART
Sharing Tower.
TD01. 286 Viviendas de Alquiler. Centro de Nuevas Tecnologías. Plaza Publica.
El proyecto Sociopolis revisa de este modo la intención expresada por el movimiento moderno y actualizada y aplicada por el urbanismo de los 70 de provocar la aparición de una ciudad donde el espacio público pueda alojar una programación social y política. Para los que gusten de recordar los errores del pasado, me remitiré a ese gran libro “Nunca hemos sido modernos” donde, efectivamente, comprendemos que, donde se ha hablado de fracaso, podemos hablar directa y precisamente, de falta de realización. La aspiración de encontrar la cara y la estructura la ciudad contemporánea exige no repetir ningún modelo cuyas leyes de aplicación resultan vigentes y no dejarse disuadir por fracasos teóricos que son solo aspiraciones no realizadas. Sociópolis reconcilia a los arquitectos con la aspiración de vincular, en un proyecto público, los asuntos que deben construir el urbanismo contemporáneo. Feliz Viaje.
Referencias:
Vernadsky, V.I. (1945) “The biosphere and noosphere” en American Scientist, 33: 4. López de Lucio, R. (2000) “El espacio público en la ciudad europea: entre la crisis y las iniciativas de recuperación”, Revista de Occidente, 230-231 o Ezquiaga, J.Mª. (1997), “El proyecto del alojamiento: criterios de diseño”, Urbanismo/ COAM ,30, pp 18-31. Winter, S. (2002) “Rem Koolhaas. Conversaciones con Estudiantes”, Gustavo Gili. Marres, N. (2003) “The Issue-Network as a site of Politics and the Challenge of Making Info-Technology part of Civil Society”, University of Amsterdam. Latour, B. (1991), “Nunca hemos sido modernos: ensayo de antropología simétrica”, Madrid: Debate, 1993.
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Jose Llano
Arquitecto, Diseñador de Delitos & Coreografo del Deseo
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