viernes, mayo 09, 2008

AP I Entrevista a Iñaki Abalos / Las palabras son un material de construcción

Entrevista a Iñaki Abalos
Las palabras son un material de construcción

Iñaki Ábalos ha emprendido carrera en solitario aunque sigue compartiendo algunos proyectos con Juan Herreros, la otra mitad del conocido estudio madrileño. Hoy trabaja con mayor independencia, sin cambiar de sede pero ampliando miras y dirigiendo su mirada profesional hacia Estados Unidos: “Ha habido un trasvase de conocimientos con aquel país”, asegura. Y nos habla aquí de su nuevo rumbo, de lo complicado del urbanismo en España, del diseño de la ciudad actual, de la sostenibilidad y del pragmatismo en la Arquitectura.

Iñaki Ábalos ha sido hasta ahora la mitad de Ábalos & Herreros tras 25 años de proyectos, clases e investigaciones. Ahora desarrolla su propia voz en un estudio independiente que trabaja aliado con el de Juan Herreros y el de Renata Sentkiewicz. Con otra voz dentro del mismo registro aborda una nueva etapa profesional, con los mismos canales de distribución de sus ideas: el académico –catedrático en Madrid, da clases en la Universidad neoyorquina de Cornell–, el editorial y la obra construida.

Ábalos & Herreros es una marca que está actualmente reorganizando su estructura y modificando su estrategia. ¿Cómo lo están haciendo?
–Ante el volumen de trabajo nos adaptamos a una nueva forma de crecimiento. Lo que pasó es que decidimos modificar completamente la estructura. Nos conformamos en tres sociedades profesionales: el estudio de Juan Herreros, mi estudio, ambos compartimos espacio físico, y el tercero es el estudio de nuestra socia Renata con la que colaboramos habitualmente desde hace seis años. Ella está a una manzana. Aunamos el currículum que hemos hecho entre todos, somos tres estudios asociados e independientes.

–Ese marco corporativo, ¿les dota entonces de alguna identidad arquitectónica común?
–La necesidad del desarrollo de la personalidad de cada arquitecto es algo que no debe pasarse por alto; es decir, no tenemos veinte años ya, tenemos cincuenta y cada uno tiene sus ideas, ha desarrollado sus conceptos y necesita marcos para hacerlos crecer. En estos momentos yo comparto una serie de cosas con Juan, otra serie de cosas con Renata e ¡incluso algunas más conmigo mismo! A raíz de nuestra expansión y reorganización están surgiendo trabajos de distinto tipo, existen muchos formatos y en función de la situación escogemos cuál es el mejor camino. Dependiendo de la oportunidad o el tipo de encargo: un concurso, un encargo, un taller, unas clases, un libro… escogemos la estrategia. Éste es nuestro plan operativo. Nos reunimos cada quince o veinte días y distribuimos el trabajo. Si renuncias a algo que te apetece mucho un día sabes que lo siguiente te toca a ti.

Un papel experimental

–¿Cómo se reparten la visibilidad, el liderazgo y los roles dentro del estudio?
–Eso lo hemos compartido de una forma al cincuenta por ciento Juan y yo. Quizá sí he adoptado el papel más ensayístico, el más experimental, en el sentido en el que cada cinco, seis, siete años, como los cangrejos, he tenido una especie de mutación. El estudio me ha ido acompañando en esa mutación. Hemos ido trabajando sobre temas que no eran contradictorios el uno con el otro sino que iban sumando grados de complejidad. Ese diría yo que es mi papel.

–Veo coherente la posición de modelo empresarial que habéis tomado con respecto a vuestra posición crítica sobre el pragmatismo americano. Una gran corporación, con tres líneas de negocio.
–Creo que es un modelo que responde a la madurez, es muy diferente lo que necesita un arquitecto a los veinte que lo que necesita a los cuarenta y cinco años.

–¿Y qué necesita un arquitecto a los cuarenta y cinco o cincuenta?
–Necesita buenos clientes, sin lugar a duda, y poder desarrollar distintas creaciones simultáneamente. Aunque el horizonte profesional que se tenga sea muy lineal, es muy acotado cuando eres joven y de repente cuando tienes un cierto nombre y tienes perspectivas nacionales, internacionales y diferentes estratos, se amplía. Es decir, puedes ser ensayista, puedes ser crítico, puedes ser profesor, puedes ser arquitecto, puedes ser asesor. Hay formas diferentes de construir tu propia identidad, de construir tu mundo a través de esos diferentes recursos.

–¿Qué es lo que más le interesa de entre todas esas direcciones? ¿Dónde está más cómodo ahora, en la versión ensayística, en la académica o en la constructora?
–Siempre he estado más cómodo en la de arquitecto, es mí vocación principal. Lo que sucede es que soy un arquitecto de los que piensan que las palabras son un material de construcción. Lo creo a ciencia cierta. Una y otra vertiente se alimentan recíprocamente.

–Cuando empecé a estudiar el hecho de construir como última necesidad no era imprescindible en arquitectura. De nuestros grandes gurús, no construía ninguno.
–Mies realizó unas treinta y seis obras aproximadamente. Recuerdo que era un número muy parecido de obras a las películas que hace un director de cine. Tampoco creo que la escala sea importante, es maravilloso tener obras de gran escala, es maravilloso tener obras de pequeña escala y es maravilloso tener las dos a la vez.

La apuesta por lo emergente

–Han proyectado su carrera hacia Estados Unidos. ¿Ha sido el azar o es verdaderamente voluntad suya?
–El hecho de exponer tres veces en el MoMA, desde que hicimos Light Construction, nos llevó a Columbia y de ahí al primer concurso, luego nos han llamado para varios más, para alguna cosa en Nueva York, Miami y ahora con On Site todo esto se ha acentuado. El developer americano ejerce el papel que ejercen las buenas administraciones en España.

–Ellos urgan en el contexto cultural...
–Son verdaderamente sensibles al emergente, como ellos lo llaman, al emerging. Por la sencilla razón de que le sale mas barato apostar por el que está creciendo que ir al consolidado.

–Con esas mutaciones camaleónicas de las que hablaba antes se han instalado en muchos movimientos. ¿Dónde están ahora?
–Probablemente fuimos los primeros en Europa y quizá en Estados Unidos que hablábamos de pragmatismo en arquitectura. En esa época estamos tratando de relacionar fantasía y técnica; la imaginación y el conocimiento técnico. Ese mismo conocimiento técnico nos llevó a empezar a plantear temas de sostenibilidad, a plantearlos estética y arquitectónicamente. Nunca he creído en los discursos burocráticos y creo que con la sostenibilidad hay infinidad de retórica, como sucedió con los edificios sostenibles hace unos años. De retórica malvada, incluso. A mí me interesaba la sostenibilidad como una oportunidad estética, y también el paisajismo. Es el interés de la naturaleza por la arquitectura y de la naturaleza por el mundo de la cultura, es un campo muy fecundo que ha determinado muchísimos de los cambios que ha habido en arquitectura en la última década. En estos momentos estamos trabajando en la posibilidad de desarrollar arquitecturas que no se puedan definir ni como complejas ni como simples geométricamente, creo que es un debate muy americano. Ha habido muchos años en los que, a causa de las cibertecnologías, en Estados Unidos se han vuelto locos con la complejidad. Allí ya lo han superado y mientras, ahora mismo en Madrid, están todos locos con eso. No se trata de volver al cuadrado, porque también es evitar la monotonía de la simplificación que supone que cualquier forma amorfa es vanguardista y cualquier esquema rectilíneo es aburrido.
»En ese debate me siento muy implicado porque comenzó cuando empezó a hablarse de pragmatismo y pienso que algo aportamos con nuestra obra más simple pero, aun así, construida. Me interesa ahora una relación intermedia, un equilibrio. Estoy trabajando con los garabatos, con los garabatos telefónicos. ¿Qué es un garabato? ¿Es algo simple o complejo? ¿Cómo lo defines desde el punto de vista geométrico? Desde el punto de vista de realización es muy simple pero tus garabatos son distintos de los de cualquier persona y son todos ellos altamente precisos.

El diseño de la ciudad

–¿Por qué han abandonado el diseño de la ciudad, estando como ustedes concienciados con los aspectos más generales de la arquitectura?
–El urbanismo como disciplina en España ha llegado a ser una verdadera pesadilla, una pesadilla numérica. Veo a magníficos urbanistas que trabajan con nosotros y se pasan la mayor parte del tiempo haciendo cálculos numéricos para que encajen las cosas. No es ya un problema de organización espacial. El urbanismo ha entrado en el “buenismo”. Ha habido tantos años en los que cada concejal aumentaba un 4 o 5 por ciento las reservas de colegios, de zonas verdes, etc. Hemos llegado a un verdadero problema de ecuaciones de tercer grado. Para resolver los problemas hay que centrarse en los problemas numéricos más que en los espaciales. Eso es absolutamente cierto y por eso se ha convertido en un gran reto ejercer el urbanismo. A su vez, los anglosajones nos dicen desde la distancia que la buena ciudad es la mediterránea, la histórica, esa que ya no podemos hacer. La sostenibilidad es Barcelona, donde todo el mundo va andando al trabajo, aquellos que viven en el casco histórico. ¿Podemos hacer hoy otra Barcelona? Absolutamente no. No podemos conseguir ni la mitad de densidad.

–La pregunta es ¿cómo conseguir densidad sin deshacer el concepto clásico de la ciudad?
–Queda muy bien en un despacho decir que hay que aumentar las zonas verdes en un 5% pero la realidad física demuestra que eso no es posible. Se debería dejar a los diseñadores un margen para decidir hasta qué punto esos ratios son aceptables o no. Si se le preguntase a los quince urbanistas más importantes de este país qué cambiaran, probablemente dirían que modificarían los ratios de reservas de suelo para generar densidad y así generar un modelo de ciudad moderno pero mediterráneo.

–Hoy vivimos en una ciudad de ratios, más que de ideas o de modelos. Volviendo a Estados Unidos: un observador medianamente atento verá que Europa, que hasta ahora había estado empujando toda la vanguardia arquitectónica, está aparentemente anquilosada y los americanos están recuperando esa inercia que habían perdido en los últimos veinticinco años. Las obras que más interesan ahora son las que se están planteando allá.
–Sí, pero las que están planteando allá los arquitectos europeos.

–Históricamente, en el siglo XX, eso siempre ha sido así...
–Ha habido un trasvase, en los años veinte del siglo XX los americanos construían compulsivamente y los europeos eran los que daban valor y decían lo que era válido y lo que no. Después, desde el advenimiento de Venturi en el leguaje postmoderno, muy rápidamente el canon y la capacidad de determinar si un arquitecto es válido o no lo establecía Estados Unidos. La conducción la llevaba Europa. Se ha invertido completamente el juego y ahora mismo ese sistema se esta reequilibrando. Muchos hemos ido a enseñar a Estados Unidos. Ha habido un trasvase de conocimiento y trabajo, en parte por el aluvión de profesores europeos en la universidad americana.

–¿Qué opina de una ciudad menos estética y más infraestructural?
–Veo que en Madrid las infraestructuras que son muy seguras políticamente ya están hechas o avanzadas. Este es un momento, y se nota, de vuelta a la arquitectura pública, en parte. Sí se agradecería que hubiese un sistema algo más parecido al de Barcelona, donde se valora a la arquitectura local un poco más. Está muy bien que venga gente de fuera pero es un verdadero error político que haya cinco o seis estudios ingleses, que están abriendo oficinas en Madrid con una gran plantilla, cuando no se potencia la arquitectura nacional. Porque la arquitectura lleva detrás consigo no sólo una ingeniería sino toda una industria. Podríamos hacer nosotros lo mismo y relanzar nuestra industria.

–¿Cree que entonces los poderes políticos no están cuidando ese talento?
–Se ha invertido lo impensable en música en un país donde no había músicos. Sin embargo, no se ha invertido nada en arquitectura en un país con los mejores arquitectos de Europa. No es un problema técnico, aludiendo de nuevo a la arquitectura, sino un problema político.


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Jose Llano
Arquitecto Independiente
Arquitectura de Archivo & Diseñador de Delitos

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