sábado, febrero 09, 2008

[AP] La percepción sensual / CaixaForum de Herzog y De Meuron

La percepción sensual
CaixaForum de Herzog y De Meuron

leido en el PAIS.COM
Jacobo Armero

09/02/2008

El edificio de CaixaForum en el paseo del Prado de Madrid, obra de los suizos Herzog y De Meuron, flota sobre el nivel de la calle. "Cada uno de nuestros proyectos es una provocación"

La imagen de una antigua central eléctrica levitando sobre el vacío no es más que el punto de partida del edificio que Herzog y De Meuron presentan la semana que viene en Madrid. Una vez más han creado una nueva arquitectura que apela a la imaginación de las personas, un "LSD arquitectónico", como ellos mismos han definido sus obras. La futura sede de CaixaForum en Madrid viene a situarse entre las grandes instituciones culturales de la capital, en frente del Museo del Prado y del Jardín Botánico, a caballo entre el Museo Thyssen y el Reina Sofía, para redondear una de las propuestas más completas y variadas del panorama artístico internacional.

El proyecto de los dos arquitectos suizos surge de una operación muy sencilla, como explica la memoria: "Se ha concebido como una suerte de imán que atrae a los amantes madrileños del arte y a los que visitan la ciudad. La poderosa masa de la antigua central eléctrica se elevará sobre el plano del suelo en un aparente desafío a las leyes de la gravedad y con el efecto real de atraer al público hacia el interior. Al suprimir la base del edificio apareció un espacio abierto y cubierto bajo la carcasa cerámica, que ahora parece flotar sobre el nivel de la calle".

El espacio que ha quedado libre bajo la caja suspendida, junto al de una antigua gasolinera que había en el paseo del Prado, se ha cedido a la ciudad. Desde la distancia se ve muy bien la primera imagen del edificio. Una arquitectura cuajada de instantáneas que convierten la experiencia en un proceso de comunicación: "Nos interesan las imágenes porque son abiertas; no utilizan un lenguaje conceptual sino universal y, por lo tanto, apuntan directamente a la imaginación". A la vista queda nada más llegar la caja volando sobre la plaza, con un gran ventanal por el que se adivinan tubos fluorescentes, que corona un volumen de chapa de fundición oxidada difuminado en algunas zonas para mostrar otras luces más bien ovaladas.

Desde el borde de la parcela, un suelo de grandes triángulos de hormigón hace que la gente vaya subiendo y bajando según se acerca. Al traspasar la sombra que ha sustituido al antiguo zócalo de granito, se nota el peso de la fuerza de la gravedad. Un techo también de triángulos, esta vez de acero pintado, refuerza esa sensación. La plaza cubierta es un espacio que se comprime y se descomprime, rodeado siempre por la línea que delimita la fachada volante, subrayando las tensiones que se producen con los desniveles de las calles circundantes. El alarde estructural no se menciona. La atención se centra en una puerta iluminada que deja ver una lengua brillante que nos engulle, una escalinata forrada de triángulos brillantes de acero inoxidable almohadillados deslumbrantes. Con un suave giro de 180 grados se llega al vestíbulo de la planta primera, que sigue con el mismo juego. Está iluminado con las lámparas fluorescentes diseño HdeM que se veían desde la calle. Al fondo queda la tienda, con unos muebles de madera colgados del techo que tampoco parecen querer tocar el suelo, como si flotaran liberados de la fuerza de la gravedad que aplasta la plaza. El gran ventanal ofrece una vista diáfana del paseo del Prado.

Desde el vestíbulo se accede a todas las plantas. Una monumental escalera de hormigón pintado nos transporta por el edificio a través de un mundo de suaves curvas, que contrasta con el de aristas por el que hemos transitado hasta ahora. En la primera y segunda planta están las dos salas de exposiciones, de 1.250 metros cuadrados cada una, amplias, diáfanas y neutras. Arriba está el restaurante, envuelto por las chapas oxidadas que veíamos en la primera imagen que nos regalaban, y que en la zona de la cafetería han sido agujereadas por unos píxeles que forman una fina celosía, un bordado que filtra la luz para crear un mundo infinito de destellos. Las blandas lámparas, del estudio de HdeM, tienen forma de espermatozoide. Por la noche, se adivinan pixeladas.

El sótano lo ocupa el auditorio y su teatral foyer en dos alturas. Las paredes y techos están forrados con una chapa de acero ondulada y perforada, un envoltorio sensual que crea un ambiente elegante y refinado.

El juego con los materiales y las texturas es fundamental. Se eligen acabados reconocibles, pero ensamblados de forma distinta a la habitual, muy intuitiva, lo que permite interpretarlos sin conocimientos especializados. Y otros son totalmente nuevos: "Buscamos materiales que sean de una belleza tan impresionante como las flores de los cerezos de Japón, o tan condensados y compactos como las formaciones rocosas de los Alpes, o tan enigmáticos e inescrutables como las superficies de los océanos. Buscamos materiales que sean tan inteligentes, tan virtuosos y tan complejos como los fenómenos naturales; materiales que no sólo deleiten la retina de los asombrados críticos de arte, sino que sean verdaderamente eficaces y atractivos para todos nuestros sentidos: no sólo la vista, sino también el olfato, el oído, el gusto y el tacto".

Frente a las arquitecturas marcadas por un estilo que es imagen de marca, la suya se camufla detrás de una actitud. Su objetivo es hacer de cada proyecto una obra distinta: "Este enfoque conceptual es, en realidad, un recurso desarrollado en cada proyecto, por medio del cual permanecemos invisibles como autores. Naturalmente, esta invisibilidad no afecta al nombre de HdeM, que no puede quedar oculto -y menos ahora gracias al Premio Pritzker- sino que más bien se aplica sólo a nuestra identidad arquitectónica. Se trata de un planteamiento que nos ofrece libertad para reinventar la arquitectura en cada nuevo proyecto más que para consolidar nuestro estilo", explicaba Jacques Herzog en el discurso que pronunció al recibir el galardón en 2001. Universos distintos son el almacén Ricola (1986), la Tate Modern de Londres (2000) o el nuevo estadio olímpico de Pekín, que inundará los medios de todo el mundo en agosto.

La arquitectura de estos dos suizos nacidos en Basilea en 1950, que llevan juntos prácticamente toda la vida, se enriquece con la colaboración de artistas y otros oficios. Aceptan solamente un 3% de los encargos que reciben y siguen un riguroso sistema de producción: entregan la responsabilidad de cada uno de los proyectos a los siete arquitectos directores que trabajan con ellos, que "podrían estar a la cabeza cada uno de un estudio importante". Esto les asegura el poder contar con puntos de vista tan diversos como lo son los problemas a resolver, y abarcar sensibilidades igualmente amplias. Herzog y De Meuron se encargan de supervisar los proyectos, pero la confianza es total. Nada se hace como siempre. Hay que inventar soluciones constructivas para casi todo. El proyecto está vivo, y va evolucionando a medida que avanza la obra.

Cada uno es libre de imaginar lo que quiera. Ése es el objetivo de Herzog y De Meuron: "Cada uno de nuestros proyectos apunta al mundo de la imaginación, a los sueños y deseos de las personas. Cada uno de ellos es una provocación. Aunque no siempre se articule igual, nuestro objetivo es siempre el mismo". Lo que les hace inconfundibles es la propuesta sistemática, la arquitectura entendida como un proceso de comunicación, la confianza en la "percepción sensual" del individuo. -

CaixaForum de Madrid se inaugura el próximo miércoles con una exposición de fondos de la colección de arte de La Caixa.


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Jose Llano
Arquitecto Independiente
Arquitectura de Archivo & Diseñador de Delitos

editor aparienciapublica
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