Buenos Aires
En el diario laNACION de Argentina (no se por que en CHILE nadie armo un articulo de MARC AUGE en CHILE??, sera que la Marlen Olivari o Roberto Duenas habran dado mucho JUGO??), armo un excelente articulo sobre la brisa AUGE que curso en LATINOAMERICA. Es una entrevista interesante que no solo se detalla en las obervaciones etnograficas de lo GLOCAL sino de la clara diferencia EDUCATIVA en los marges de la modernidad. Los invitamos a leerlo y debatir sobre las condiones modernas en esta contemporaneidad URBANA.
Es preciso hacer una revolución educativa
Por Raquel San Martín
De la Redacción de LA NACION
Para el etnólogo francés Marc Augé, todas las diversidades, las contradicciones y las desigualdades de la globalización caben en una sola ciudad. “El mundo entero se volvió una ciudad y cada metrópolis es, en sí misma, un mundo”, sintetiza. En su opinión, el desarrollo y el subdesarrollo, que durante muchísimos años estuvieron separados por las fronteras nacionales, hoy pueden convivir en los mismos espacios urbanos. Amable, didáctico, en un español que exhibe las marcas del francés natal, Augé advierte sobre una forma de de- sigualdad que lo preocupa: la del acceso al conocimiento. “Temo que el futuro sea una sociedad mundial con una aristocracia del saber frente a una masa de consumidores y excluidos”, dice, y propone “una revolución educativa” para contrarrestar ese peligro. Augé, nacido en Poitiers en 1935, es uno de los etnólogos más difundidos y citados. Logró traducir en palabras cotidianas y cargadas de sentido común una idea que la antropología viene madurando desde hace años: volver la mirada desde los parajes exóticos y los mundos primitivos hacia la vida cotidiana.
Heredero de la escuela antropológica francesa, realizó su obligado trabajo de campo en Costa de Marfil, en los años 60, e hizo algunas investigaciones en América latina, pero luego se dedicó a estudiar los espacios de tránsito común en las ciudades -los aeropuertos, los centros comerciales, los hoteles: sus conocidos "no lugares"-, el consumo y los medios, entre otros temas, como escenarios que retratan la cultura contemporánea. Profesor e investigador de la prestigiosa Escuela de Altos Estudios Sociales de París, que dirigió entre 1985 y 1995, y autor de Travesía por los jardines de Luxemburgo (1985), Dios como objeto (1988), Los no lugares (1993), Hacia una antropología de los mundos contemporáneos (1994) y Ficciones de fin de siglo (2000), Augé visitó recientemente el país, invitado por el Centro Franco-Argentino de Altos Estudios de la UBA y la embajada de Francia.
-¿De qué modo se están transformando hoy las ciudades?
-Dentro de unos años, toda la población humana va a vivir en un tejido urbano, pero la ciudad misma está cambiando de naturaleza. Hay un "mundo-ciudad" y una "ciudad-mundo", porque tenemos a la vez la impresión de que el mundo entero se volvió una ciudad, con las grandes empresas que están en todas partes y con las redes de comunicación, y de que cada gran metrópoli es un mundo, porque hay en ella diversidad de niveles económicos, étnicos y culturales. En la gran metrópoli vemos la realidad de las ilusiones de homogeneización.
-También se ven las desigualdades...
-Sí. Caducó, de alguna manera, la distinción entre desarrollo y subdesarrollo. En una ciudad de Africa existen, pese a la pobreza, pequeños sectores de desarrollo tecnológico, mientras que en Nueva York, pese a la riqueza, también hay barrios pobres.
-La ciudad se ha vuelto un escenario peligroso y amenazante. ¿Cómo pasar de la diversidad al reclamo de seguridad?
-No es por casualidad que surge el tema de la seguridad, aunque hay que aclarar que es una cosa vieja, porque en el siglo XIX ya se hablaba de las "clases peligrosas" en París. Pero lo más destacable hoy es que todos los problemas del mundo se pueden encontrar bajo una nueva apariencia en la ciudad, particularmente con las migraciones, la pobreza y la falta de integración. Eso hace que la gente en ocasiones tenga la sensación de no estar protegida en su misma ciudad. La gente siente que no existe más un lugar donde se pueda decir "aquí estoy tranquilo". Por eso el 11 de septiembre de 2001 fue una parábola del nuevo mundo: las Torres Gemelas eran el símbolo del mundo-ciudad, pero, a la vez, eran un lugar en la ciudad, y los propios aviones de las líneas norteamericanas las destruyeron.
-Los lugares de tránsito son también lugares de potencial conflicto. ¿Qué ocurrió con la noción de espacio público común?
-El espacio público no es necesariamente un espacio común. Es un espacio de contigüidad y, eventualmente, de conflicto. Hay lugares muy destacables en París, desde ese punto de vista, como la estación de subterráneo Châtelet-Les Halles. Es, a la vez, una estación de subte y de tren y un centro comercial, todo en una organización subterránea de cinco niveles. Allí llegan jóvenes de las afueras de París que van al centro comercial y que a menudo no salen a la superficie. Afuera hay una plaza. Cerca está el Centro Pompidou: se volvió un barrio chic y muy caro. Por allí circula mucha gente, muchos turistas, pero con los jóvenes de las periferias no se cruzan; son dos mundos paralelos. Es un ejemplo, entre otros, del problema de la diversidad eventualmente conflictiva entre gente que vive en un mismo conjunto urbano, pero con barreras y fronteras.
-Y usos distintos del mismo espacio.
-Sí. El problema es que hay lugares comunes de tránsito, pero no son, realmente, lugares de encuentro.
-Usted ha dicho que los medios de comunicación desempeñan hoy el papel de las cosmologías. ¿De qué forma?
-Las cosmologías, que los etnólogos analizan, son las representaciones del mundo que sirven para explicar lo que pasa. Hay una organización simbólica, mitos, ritos, representaciones del tiempo y el espacio. Hoy son las tecnologías las que organizan nuestras representaciones del espacio y del tiempo. Esto se ve muy bien a través de la televisión, en los horarios de las noticias: la vida deportiva y la vida política organizadas al ritmo de los medios. Y en los últimos años hemos visto surgir una nueva representación del espacio, debida al teléfono móvil y a Internet. Se puede decir que las tecnologías se han vuelto, más que medios, representaciones por sí mismas, particularmente para los niños y adolescentes. Hay una diversidad muy grande entre las generaciones respecto de la familiaridad que tienen con las tecnologías. He hablado de "cosmotecnología" para sugerir que en nuestras sociedades las tecnologías tienen, en cierto punto, el mismo papel que tenían las religiones.
-Usted habló también de la desigualdad en el acceso al conocimiento. ¿Qué consecuencias tiene? -Me parece el aspecto más importante e inquietante hacia el futuro, porque es una desigualdad terrible y creciente. Temo que el futuro sea una sociedad mundial con una aristocracia del saber frente a una masa de consumidores y excluidos. En este sentido, hay desigualdad entre los países, pero también dentro de ellos. Sucede dentro de los países más ricos y en los países emergentes. Se dice que el presupuesto de la Universidad de Harvard es más grande o igual a todos los presupuestos de las universidades de Europa. Y hablo de Europa... En China, no es lo mismo vivir como un ingeniero en Shanghai que como un campesino en el interior. De cierta manera, estas nuevas formas de desigualdad sustituyen el par desarrollo-subdesarrollo.
-¿A eso se refiere cuando habla de la necesidad de recuperar una utopía educativa?
-Sí. Según mi manera de ver, necesitamos una revolución educativa. Una revolución es una revolución. No es sólo dar un poco más de dinero para algo. Estamos en el mundo de la caridad, en el que todas las ONG dan un poco de dinero y ayudan. Pero eso es exactamente lo que hacían en el siglo XIX las clases ricas frente a los pobres. Eso no alcanza. Por otra parte, los países desarrollados no pueden desempeñar su papel frente a los países subdesarrollados en el campo educativo si no lo hacen dentro de sí mismos, donde también hay desigualdades. Tienen que hacer las dos cosas. La ciencia avanza muy rápido. No podemos decir cuál será la situación de la ciencia dentro de 30 años, como no se imaginó hace 30 o 40 años cuál sería nuestra situación hoy. El mundo va a cambiar. Nuestra representación del hombre y del universo van a cambiar radicalmente y tenemos que prepararnos para eso.
-Entonces, no se trata de dar más conocimientos, sino de dar herramienta s.
-Se trata de estar preparados para lo que va a surgir, que, por otra parte, va a surgir gracias a nosotros.
-¿Cuál podría ser el aporte más útil de la antropología hoy?
-Es un aporte modesto y, a la vez, ambicioso. Creo que sirve para mantener un punto de vista crítico al apreciar la realidad. Vivimos cada día más en un mundo de la evidencia, que se amplía y desarrolla a través de las tecnologías. Hay que resistirse a la evidencia. Por otra parte, a menudo se dice que necesitamos expertos. Según mi parecer, el etnólogo no es un experto. Eso es una definición vulgar e inútil de su tarea. El etnólogo puede ser útil si mantiene una perspectiva crítica, si contribuye a la conciencia social. El antropólogo es el especialista en la relación y el contexto, y a la hora de la mundialización eso es muy útil. Me parece que el punto de vista del antropólogo permite luchar contra el miedo.
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Jose LLANO
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