participacion y caracter transitivo
Ya desde el prólogo la estandarización de las relaciones humanas se presenta detectada como un dato de hecho y aspecto nuclear tematizado en una selección de producciones artísticas, consideradas por el autor modelos dinámicos de alternativas de escape a la previsibilidad y reificación expandida en el ámbito de las relaciones. Bourriaud advierte en las prácticas artísticas contemporáneas una “utopía de proximidad”, concepción que remite a una reconfiguración de las acciones posibles de las vanguardias y del arte: si ayer el arte “tenia que anunciar un mundo futuro, hoy modela universos posibles”; en definitiva, un proyecto cultural, cuyo horizonte teórico aparece conformado por “la esfera de las interacciones humanas y su contexto social”. Esto último es justamente lo que el autor entiende como la posibilidad de un arte relacional, caracterizado como intersticio social, estado de encuentro y por su intención de elidir toda afirmación de un espacio simbólico autónomo y privado.
En su lectura, la concentración en la esfera de las relaciones humanas en las prácticas artísticas de los noventa, determina nuevos dominios formales que superan el mero consumo estético. El autor ensaya una tipología de ellos (conexiones y citas; lo amistoso y los encuentros, colaboraciones y contratos; relaciones profesionales, clientes; ocupación de una galería), intento de interés a partir de numerosos ejemplos con el que apunta a definir los universos relacionales implicados en cada uno. No obstante, cierta imprecisión en la caracterización y la intención de proponer una tipología –aun con fines heurísticos– justamente en producciones estéticas caracterizadas por su apertura (insistente y militante) configura precisamente una suerte de reconducción a esquemas de lecturas clausurantes; aunque no deja de ser interesante la señalización, como especificidad de algunos de estos tipos, de la intención de probar la resistencia del arte al interior del campo social global antes que expandir sus límites (proyecto de los 60-70); caracterización que, por otra parte, podría ser aplicada a todos los tipos descriptos.
Para el autor hay en estas expresiones de los ‘90 una dimensión utópica negativa en cuanto no confían en un mejor lugar y remiten a la posibilidad de invención de nuevas formas de relación en el presente; asunción y retoma de las vanguardias del siglo XX, pero ya despojadas de cualquier dogmatismo o teleología. La exposición de procesos o situaciones y la prioridad otorgada al tiempo (antes que al espacio) en estas producciones artísticas otorga al objeto, en su opinión, una consideración particular: lejos de rechazarlo, éste asume un aspecto en modo alguno privilegiado, es nada más (ni nada menos) que el final de una exploración centrada en el proceso que conduce a él.
Hay en la estética relacional algunos planteos que posteriormente Bourriaud desarrollará en Formes de vie. L´art moderne et l´invention de soi (2003) en el que postula una genealogía de la modernidad, desde Baudelaire a Fluxus pasando por Guy Debord y Raymond Hains, basada en la resistencia a la normalización de la era industrial y la generalización de la división del trabajo. También es posible advertir algunas ideas más extensamente desarrolladas en Post-produccion (2001) texto en el que propone el abordaje de las producciones artísticas contemporáneas a partir de la detección de una actitud común, consistente en trabajar con (o partir de) objetos ya informados y en circulación en la cultura.
Para Bourriaud “ya no se busca hoy progresar a través de opuestos y conflictos, sino inventar nuevos conjuntos, relaciones posibles entre unidades diferenciadas, construcciones de alianzas entre diferentes actores”, crear nuevos modus vivendi que posibiliten relaciones sociales más justas, combinaciones de existencia múltiples y fecundas, aspectos que indaga en las producciones de Andrea Zittel, Rirkrit Tiravanija, Philippe Parreno, Douglas Gordon, Laurent Moriceau, Angela Bulloch o Félix González-Torres (al cual dedica un capítulo), entre otros. Cabe preguntarse sobre los supuestos implícitos en esta lectura, concretamente las posibilidades de relaciones entre unidades efectivamente diferenciadas o construcciones de alianzas entre actores realmente distintos sin la mediación de una discusión crítica en la que esté en juego el reconocimiento de la alteridad. La concepción negativa del conflicto y la imposibilidad de ver su resolución como terceridad (nunca definitiva pero superadora) conduce a un universo relacional en cierta medida acrítico y negador de la asimetría sígnica. Justamente su explicitación constituye una oportunidad para su transformación en prácticas estéticas y éticas superadoras que buscan entender la diferencia (antes que tolerarla) o establecer códigos de leyes para llevar de manera tolerable esas diferencias; como diría Guattari: “el surgimiento de un foco enunciativo, algo que no es yo y que no es el otro”. El análisis de Bourriaud permite la objeción frecuente de la que ha sido objeto su “arte relacional”: una forma suavizada de la crítica social. Para el autor estos procesos “no dependen de un ‘arte social’ o sociológico: apuntan a la construcción formal de espacios-tiempo que no representarían la alineación, que no continuarían en sus formas la división del trabajo”. Quizás sea posible ensayar otras respuestas en la vía sugerida por Bourriaud, menos dependiente de su propuesta de lectura y más atenta a los textos artísticos, en alguna medida conscientes de sus posibilidades enunciativas y dispuestos a arriesgar en ello la posibilidad dilución de sus programas de acción.
Hay varios intertextos en la Estética relacional: la escuela de Frankfurt y la teoría francesa contemporánea son los más evidentes y entre ellos el Guattari de Cartographies schizoanalytiques, (1989) o Les trois écologies, (1989); la operación de Bourriaud con este pensamiento intenta emular a la que detecta en las prácticas artísticas que analiza, algo que constituye en sí una propuesta de interés (inevitable por otra parte desde alguna teoría social contemporánea). Pero quizás podría discutirse el alcance de la misma y la posibilidad de generar recorridos rizomáticos: antes que un modo de acción (transversalidad) en cuanto operación y reflexión, la propuesta de Bourriaud se acerca a un tránsito abreviado entre dos puntos. Queda recordar que el potente texto Guattari está aún entre nosotros y sus efectos en la aproximación al arte de los 90 (incluido el texto de Bourriaud) tiene todavía mucho para decirnos.
Alejandra Niño Amieva
Bourriaud Nicolas
Estética relacional
Buenos Aires:Adriana Hidalgo
2006
Título original:
Esthétique relationnelle
Dijon: Presses du réel
1998
Jose Llano
www.aparienciapublica.org
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